Aines, indicaciones

El 50 % de los pacientes que consultan al médico refieren dolor. La prevalencia de dolor crónico alcanza unas cifras muy variables, estimándose que aproximadamente lo padece un 35 % de la población mayor de 18 años, refiriendo dolor todos los días de su vida el 14% de los adultos, lo que nos puede dar una idea de su tremendo impacto social.

El tratamiento farmacológico es la parte más decisiva del abordaje terapéutico del dolor, la función y la calidad de vida de los pacientes mediante el adecuado y mantenido control del dolor. Desde tiempos inmemoriales, el tratamiento farmacológico del dolor se ha basado, en el empleo de derivados del opio (morfina) o de la corteza del sauce (AINES), que es el acrónimo de analgésicos antinflamatorios no esteroideos, para diferenciarlos de los antiinflamatorios esteroideos también llamados corticoides, hoy por hoy, los AINEs siguen siendo los principales fármacos para el tratamiento del dolor.

La mayoría de los dolores agudos, cursan con inflamación, y se ha observado que los receptores de dolor pueden detectar todos los cambios que se producen en dicha situación (cambios de pH, temperatura, presión y lesión tisular), los fármacos antinflamatorios no esteroideos (AINEs), funcionan al bloquear a la enzima cicloxigenasa (COX), son útiles para prevenir la aparición de dolor e inflamación, al impedir las acciones de las prostaglandinas (PG) que se generan por la enzima mencionada.

La utilidad de los AINEs como fármacos analgésicos de primera elección en el abordaje del dolor crónico musculoesquelético es un hecho ampliamente demostrado, ya que estos son analgésicos simples y constituyen el primer escalón de la escalera analgésica de la OMS, que aunque originariamente se diseñó para el tratamiento del dolor crónico de origen oncológico, se aplica actualmente en el Dolor crónico no oncológico, hoy se opta más por seguir las indicaciones del ascensor analgésico de Torres, o del llamado tratamiento multimodal en que, en función del tipo de dolor, la intensidad del mismo y las características del paciente, se seleccionará el analgésico más adecuado para lograr el objetivo deseado.

Los AINES están compuestos por un grupo heterogéneo de fármacos de acción periférica y en general están indicados en el tratamiento de cualquier cuadro de dolor leve-moderado.

Los Aines presentan techo terapéutico, es decir, más allá de una determinada dosis la eficacia no aumenta y sí lo hace la posibilidad de aparición de efectos secundarios. No están indicados de inicio en el tratamiento del dolor neuropático aunque en algunos cuadros contribuye a su tratamiento en combinación con otros fármacos.

Desde el punto de vista químico, son fármacos de estructura heterogénea que comparten, en diverso grado, actividad an titérmica, antiinflamatoria y analgésica, pues tienen la capacidad de inhibir la producción de las prostaglandinas proinflamatorias, mediante la inhibición de la enzima ciclooxigenosa. Representan el grupo de analgésicos más utilizados de forma rutinaria e incluso autoadministrados, si bien a menudo se confunde la eficacia antiinflamatoria y analgésica de los mismos.

El término AINE agrupa a los fármacos AINEs tradicionales (ibuprofeno, naproxeno o diclofenaco), a los inhibidores selectivos COXIB, (celecoxib o etoricoxib) y al ácido acetil salicílico (Aspirina). Todos son muy eficaces contra el dolor, por lo que la elección de uno de ellos dependerá de su potencial de producir efectos secundarios. Ninguno de ellos ha demostrado ser superior a otro, pero existe una gran varia bilidad de respuesta según los pacientes. Por ello, la elección de un medicamento u otro dependerá fundamentalmente de las características del paciente.

Todos los AINEs pueden provocar efectos adversos, además, dosis-dependiente, a nivel gastrointestinal, cardiovascular y renal.
Como norma general, los AINEs deben recomen darse a la menor dosis posible y durante el menor tiempo necesario. Entre los efectos secundarios más frecuentes están los gastrointestinales, los cardiovasculares y los renales, sin olvidar la afectación de otros órganos y sistemas (hepático, hematológico, pulmonar, etc.).

Todos los Aines tanto selectivos como los no selectivos, son eficaces para el control del dolor y la mejoría de la calidad de vida, deberían tomarse tras el fracaso terapéutico del paracetamol y de los AINEs tópicos, sobre todo en personas de edad avanzada (recordemos que la edad por sí misma es un factor de riesgo tanto cardiovascular como gastrointestinal en el uso de AINEs), sin embargo, muchos médicos restringen su uso al tratamiento de los brotes dolorosos en cuadros de dolor crónico con importante componente inflamatorio como artritis y tendinitis, o en dolor de tipo mecánico.

Los Aines estan indicados para conseguir:

Actividad analgésica de grado moderado. Su efecto analgésico máximo es claramente inferior al que se obtiene con dosis óptimas de analgésicos opiáceos y aunque este efecto es dosis-dependiente, el máximo de eficacia analgésica de un opioide se consigue al duplicar, en algunos casos triplicar, la dosis del fármaco, pero con los AINES no se producen incrementos de la actividad analgésica al aumentar más la dosis del AINE. 

Estos fármacos son útiles en muchos tipos de dolor: muscular, articular, dentario, cefalea, primeras fases del dolor oncológico, dismenorreas y dolores postoperatorios y postraumáticos, entre otros (tabla 1). Su utilización preferente es el dolor de causa somática, intensidad moderada y cierto componente inflamatorio. Poco eficaces en el dolor neuropático. Esta acción es independiente de la antinflamatoria.

Actividad antiinflamatoria. La inhibición de la enzima ciclooxigenasa produce una disminución de las prostaglandinas, como ya hemos mencionado causando una disminución de su efecto vasodilatador e hiperálgico, pero hay que destacar que las dosis de algunos AINEs superan la dosis necesaria para inhibir la enzima COX y algunos AINEs son buenos antiinflamatorios y malos inhibidores de la COX. Todos los AINEs, a excepción del paracetamol, presentan acción antiinflamatoria, que es variable y depende de la participación de los eicosanoides (unas moléculas proinflamatorias) en la producción y mantenimiento del foco inflamatorio. Esta actividad antiinflamatoria suele requerir dosis mayores del fármaco, que obviamente se acompañan de mayor riesgo.

Principales indicaciones analgésicas de los AINEs

Dolor Agudo Dolor Crónico

Dolor postoperatorio

Dolor musculoesquelético y traumático Dolor de origen odontológico

Dolor dismenorreico Cólico

Crisis agudas de dolor oncológico Cefaleas

Dolor de origen ORL

Dolor en niños y pacientes geriátricos

Articular:

Degenerativo (Artrosis)

Inflamatorio

(Artritis) Tumoral:

Tumores óseos

Metástasis óseas

Destrucción ósea

Invasión visceral

Otros

 

Actividad antitérmica o antipirética. Los Aines reducen la temperatura corporal cuando está previamente aumentada por acción de pirógenos, pero no producen hipotermia; esta acción se manifiesta cuando existe hipertermia provocada por la acción de los diversos agentes pirógenos endógenos (citoquinas o interferones) o de agentes tóxicos sobre las neuronas termorreguladoras del hipotálamo; la respuesta se manifiesta en forma de vasodilatación y sudoración, mecanismos que favorecen la disipación del calor. Un caso especial es el paracetamol, que posee efectos analgésicos y antitérmicos notables, pero no antiinflamatorios.

Otras acciones. Los AINEs poseen otras muchas actividades, entre ellas cabe destacar: actividad antiagregante de las plaquetas (no todos los AINEs inhiben la agregación plaquetaria a pesar de que inhiban la COX-1), lo cual es sutil para prevenir algunos problemas cardiacos, acción uricosúrica, útil en los enfermos con gota, gastrolesividad, toxicidad renal y hepática, alteraciones del SNC, alteraciones cardiovasculares, fenómenos de hipersensibilidad y reacciones hematológicas entre otros.

En conclusión, lo Aines son unos compuestos muy utilizados sobre todo para tratar la mayoría de los cuadros dolorosos, la fiebre y en dosis bajas sobre todo de aspirina, para prevenir los problemas de trombosis en determinadas enfermedades.

Lumbalgia

¿Qué es?

La lumbalgia, o comúnmente conocida también como lumbago, es el dolor de espalda localizado que afecta a la parte inferior de la misma o parte baja de la espalda y que su origen tiene que ver con la columna vertebral, en concreto, con la zona lumbar donde están las vértebras L1 a L5.
Es un problema de salud que, además del dolor, conlleva rigidez muscular que puede ser invalidante.
Es muy frecuente y afecta tanto a personas jóvenes, adultos como mayores y tanto en situaciones de sedentarismo como de ejercicio físico intenso.

Tipos de lumbalgias

Las lumbalgias pueden ser de diferentes tipos en función de varios criterios, pero lo más habitual es hacerlo en función de su duración. Así, existen tres tipos:

  • Aguda: es puntual y su resolución suele durar menos de un mes
  • Subaguda: cuando se prolonga más de un mes, pero menos de tres meses
  • Crónica: cuando dura más de tres meses

Una lumbalgia que se origina en un momento puntual, si no se acaba de resolver puede derivar en un problema crónico que perdura y en el tiempo, a veces con fases de mejoría, pero no de resolución completa.
En mayores de 20 años la lumbalgia puntual (aguda) afecta al 14,8% de la población y la lumbalgia crónica al 7,7%, según datos del estudio EPISER (2016) sobre enfermedades reumáticas.

Causas

El dolor en la zona de las lumbares es el dolor de espalda más habitual y puede ser un síntoma de diferentes tipos de problemas de salud y tener orígenes muy distintos. La causa principal es la contractura muscular en la zona con cierto grado de inflamación y en algunos casos también hay afectación nerviosa por compresión de alguna raíz nerviosa a nivel de la columna lumbar.
Las causas osteomusculares más comunes son:

  • Lesiones en la zona de las vértebras lumbares
  • Sobrecarga, distensiones y contracturas musculares (al hacer un movimiento brusco o levantar un peso excesivo)
  • Posturas incorrectas en el trabajo o en la realización de alguna actividad física
  • Ciática
  • Artrosis en la columna lumbar
  • Hernias discales lumbares
  • Escoliosis (desviación de la columna vertebral)
  • Estenosis espinal (estrechamiento en las zonas de la columna por donde pasan los nervios)

La ciática es quizás una de las causas más conocidas. Los síntomas se deben a que una raíz nerviosa de la columna lumbar queda atrapada, causando así dolor y adormecimiento a lo largo del nervio ciático que se extiende hacia las nalgas, las piernas y los pies. Las hernias discales lumbares son lesiones que pueden dar lugar también a ciática por compresión del nervio.

Hay otras causas no relacionadas con el sistema musculoesquelético, como es el caso de algunos problemas renales o, en el caso de la mujer, el dolor debido a la menstruación o en los últimos meses del embarazo o por otros problemas ginecológicos que también pueden irradiar dolor en la zona lumbar.

Pero no siempre puede determinarse el origen de la lumbalgia, de hecho, en la mayor parte de los casos, no se conoce la causa y se consideran lumbalgias inespecíficas.

Diagnóstico

El diagnóstico debe realizarse adecuadamente por el médico que, mediante la exploración, la historia clínica y alguna prueba, si es necesario, determinará la presencia de la lumbalgia y su causa. Eso permitirá establecer un correcto tratamiento. Las pruebas que pueden ser necesarias para determinar el origen del dolor lumbar son radiografías, resonancias magnéticas, TACs, electromiografías, etc. El objetivo será siempre determinar si la causa está en alguna lesión de la columna lumbar o a nivel muscular e incluso a nivel visceral (daño en algún órgano).

Pronóstico

No es una enfermedad grave, sin embargo, sí limita en gran medida la calidad de vida de las personas que la padecen, sobre todo si se cronifica. En estos casos, que son los menos frecuentes, cuando la lumbalgia perdura en el tiempo el pronóstico empeora si no se ponen en práctica cambios en el estilo de vida que mejoren la situación y forma física del paciente. La lumbalgia crónica puede llegar a ser muy invalidante impidiendo que la persona lleve a cabo sus actividades laborales, sociales y lúdicas habituales.

Sin embargo, en la mayoría de los casos las lumbalgias son agudas y suelen estar ocasionadas por distensiones tanto de ligamentos como de músculos de la zona a causa de un movimiento brusco o al levantar un peso, tienen un pronóstico más optimista pues se resuelven en pocos días y prácticamente por sí solas.

Síntomas

El dolor es el síntoma principal en la lumbalgia y suele ser un dolor sordo, pero también la rigidez muscular y cierta pérdida de movilidad que puede llegar a ser tan intensa como para impedir el hecho de ponerse en pie o caminar.
En muchas ocasiones el dolor en la zona lumbar también irradia a otras zonas como las caderas, nalgas y piernas, sobre todo en algunos casos en que el origen puede estar relacionado con pinzamientos nerviosos como es el caso de la ciática. En esos casos, el dolor es más punzante, con sensación de hormigueo e incluso de adormecimiento y debilidad de la zona.

Tratamiento

Las claves para un buen tratamiento del lumbago en el que no hay graves problemas en la columna lumbar son:

  • Reposo relativo: la zona muscular afectada necesita descansar, pero sin que la inmovilidad llegue a ser un problema que agrave la situación. Por tanto, reposo, pero con algo de movimiento para mantener la zona mínimamente tonificada.
  • Calor: la aplicación de calor mejora la irrigación sanguínea, cosa que facilita la recuperación, y también alivia el dolor pues tiene cierto efecto analgésico. También se puede optar por la alternancia de calor con frío para activar más aún la circulación sanguínea en la zona y proporcionar cierto efecto antiinflamatorio.
  • Masajes o sesiones de fisioterapia: siempre con manos expertas y profesionales que puedan ayudar a descontracturar la musculatura de la zona y a tonificarla.
  • Analgésicos orales: serán la primera opción para reducir el dolor, mientras se resuelve la lumbalgia con el reposo, el calor y los masajes.
  • Relajantes musculares: Si la lumbalgia es muy intensa y la contractura está limitando mucho la movilidad de la zona, sí pueden prescribirse estos fármacos que ayudarán a resolver el problema con mayor rapidez
  • Antiinflamatorios orales: normalmente se prescriben cuando los analgésicos no son suficientes y la persona tiene un nivel de dolor elevado. No se recomienda su uso continuado, de manera que el tratamiento suele durar entre una y dos semanas.
  • Cremas antiinflamatorias o analgésicas: los productos tópicos son de gran utilidad como complemento al tratamiento mediante la autoaplicación en la zona afectada varias veces al día. Tanto los componentes activos de las cremas como el calor que se genera mediante su aplicación ejercen efectos beneficiosos que ayudarán a resolver cuanto antes el dolor lumbar.

En algunos casos en que las lumbalgias tienen causas más complicadas, puede requerirse un tratamiento quirúrgico, como es el caso de algunas hernias discales o estenosis vertebrales a nivel lumbar.

Lo ideal para su tratamiento es consultar con un médico o un fisioterapeuta, aunque a veces el problema pueda requerir consultar a un especialista, como el reumatólogo o el traumatólogo e incluso el neurólogo dependiendo del tipo de lumbalgia.

Prevención

Hay ciertos factores de riesgo que nos hacen más propensos a sufrir una lumbalgia y conviene conocerlos para evitarlos en lo posible. Los más relevantes son:

  • Sobrepeso y obesidad
  • Estrés
  • Sedentarismo
  • Actividad física excesiva o de intensidad inadecuada
  • Posturas inadecuadas en el contexto laboral
  • Dormir en un colchón demasiado blando o demasiado rígido
  • Usar zapatos de tacón
  • Golpes de frío
  • Tabaquismo

Así, la prevención de las lumbalgias estará centrada en:

  • Mantener un estilo de vida activo (evitando el sedentarismo)
  • Evitando la actividad física excesiva o los esfuerzos demasiado intensos
  • Bajando de peso si hay un exceso o manteniéndolo si estamos en valores normales
  • Andar y trabajar con calzado adecuado y cómodo
  • Mejorando nuestra postura sobre todo en el ámbito laboral (en las empresas y también en casa si teletrabajamos)
  • Dormir en un colchón de dureza adecuada
  • Evitar el tabaco o dejar de fumar
  • Hacer ejercicios específicos para fortalecer la espalda, especialmente la zona lumbar
  • Realizar ejercicios de estiramientos para evitar la rigidez en a zona
  • Mantenernos abrigados del frío

Contractura muscular

¿Qué es?

Una contractura muscular es una contracción del músculo continuada, involuntaria y dolorosa, provocando que el músculo esté en situación de “trabajo”, es decir, en tensión. En condiciones normales, cuando nos movemos o realizamos algún tipo de ejercicio, el músculo se contrae para ejercer una fuerza, pero después las fibras musculares se relajan volviendo a la situación de reposo inicial. En algunas situaciones el organismo no puede realizar bien esa actividad muscular o hay un peligro de rotura de fibras y se genera la contractura.
Esta lesión es muy común entre la población y puede afectar tanto a jóvenes, adultos o personas mayores en situaciones muy diversas tanto a nivel laboral como de actividad física y de estilo de vida.

Tipos de contracturas

Las contracturas musculares pueden ser de diferentes tipos sobre todo según su origen o cómo y cuándo se inician:

  • Contracturas por hipotonía: se puede producir durante un movimiento o actividad física o después y siempre por falta de capacidad muscular o falta de entrenamiento.
  • Contracturas por sobreentrenamiento: igualmente se pueden producir durante o después de esfuerzos que resultan excesivos, de manera que el organismo genera una contractura con la finalidad de protegernos y evitar una rotura de fibras.
  • Contracturas postraumáticas o defensivas: Cuando se produce o hay una lesión grave, por un accidente, un traumatismo o incluso por una enfermedad, la musculatura que rodea a la zona afectada tiende a contraerse como mecanismo de protección. Por ejemplo, si tenemos un accidente que pone en peligro nuestra columna cervical el organismo generará una potente contractura para protegernos o si padecemos una enfermedad articular con degeneración e inflamación los grupos musculares de alrededor pueden estar más rígidos, con cierto nivel de contractura para proteger la articulación.
  • Contractura postural: el ejercicio excesivo puede ser un problema, pero el sedentarismo o la inmovilidad durante horas en una misma postura también. Se suelen producir de forma lenta y progresiva por malas posturas o por malos gestos que incluso mientras dormimos pueden generar este problema. Son ejemplos las contracturas en la zona de los hombros y zona cervical por trabajo durante horas delante de un ordenador o la tortícolis con la que podemos levantarnos de un día para otro.
  • Contractura por deshidratación: no beber suficiente agua puede también generar contracturas debido al desequilibrio electrolítico que se produce y que dificulta la función de contracción y relajación del músculo. La falta de hidratación puede favorecer también las contracturas cervicales y los dolores de cabeza debidos a esa tensión.

En cuanto a las zonas del cuerpo, las contracturas musculares más habituales suelen producirse en el cuello, hombros, espalda y piernas. Las tres primeras más asociadas a tensión muscular por falta de movimiento o por traumatismos y las últimas más típicas de la actividad física.

Causas

Ya hemos visto algunas de ellas como el sobreesfuerzo, la falta de tonicidad o fuerza muscular, los traumatismos, la deshidratación, etc. Pero aún hay otros factores que pueden favorecer su aparición, como, por ejemplo:

  • Estrés: si acumulamos tensión por factores externos que nos afecten especialmente, es más fácil que aparezcan contracturas musculares, habitualmente en la zona de la espalda y las cervicales.
  • Frío: los músculos, así como todo nuestro organismo, tienen temperaturas óptimas de funcionamiento, y cuando éstas bajan, las contracturas pueden aparecer más fácilmente.
  • Falta de elasticidad: mantener los músculos lo más elásticos dentro de nuestras posibilidades es bueno para evitarlas pues la falta de elasticidad o la rigidez muscular, nos hará más propensos a las contracturas.

Diagnóstico

En este problema de salud el diagnóstico se basa en la palpación del músculo pues así se detectan los posibles nudos o bultos que se producen a causa de los músculos en tensión y contracturados. También es importante la valoración de la presencia de dolor y la afectación de la movilidad pues esos factores confirman el diagnóstico. En algunas ocasiones pueden realizarse otras pruebas complementarias, como una radiografía, para descartar problemas más allá de la contractura, como puede ser una fractura ósea, sobre todo si la persona ha sufrido un accidente o traumatismo.

Pronóstico

Es un problema de salud poco grave pero realmente molesta y que impide que hagamos algunos movimientos o tareas habituales en nuestro día a día o que las hagamos con un menor rango de movilidad. Si no se trata a tiempo, puede empeorar o retrasarse su resolución, cosa que puede complicar la recuperación del músculo y de la movilidad.

Síntomas

Además de la aparición de una zona abultada (nudo) en el grupo muscular afectado, los síntomas son:

  • Dolor
  • Rigidez muscular e incluso articular
  • Limitación de movimiento
  • Debilidad muscular

Tratamiento

Aunque no es un problema grave de salud el tratamiento debe ser pautado por un médico o por un fisioterapeuta. En estos casos lo más efectivo es:

  • Reposo muscular: no forzar el músculo afectado es clave para que pueda recuperarse
  • Los masajes bien realizados, siempre por manos expertas, ya que ayudan a mejorar el flujo sanguíneo en la zona, aportan calor y ayudan literalmente a deshacer los nudos ocasionados por las fibras musculares contraídas
  • La aplicación de calor local que ayuda a que el músculo pueda iniciar su proceso de relajación y, además, proporciona un efecto analgésico que reduce el dolor
  • Fármacos miorelajantes orales: en muchas ocasiones son necesarios para conseguir relajar de forma más efectiva y rápida las contracturas intensas y así mejorar el proceso de recuperación, aliviar el dolor, la rigidez y las molestias.
  • Fármacos antiinflamatorios orales: normalmente no son el tratamiento de elección, pero si la contractura está asociada a una inflamación o a una lesión en la zona pueden ser de utilidad para acelerar el proceso.
  • Cremas antiinflamatorias o analgésicas: son de gran utilidad como complemento al tratamiento mediante la autoaplicación en la zona afectada varias veces al día. Tanto los componentes activos de las cremas como el calor que se genera mediante su aplicación ejercen efectos beneficiosos.

Lo ideal para su tratamiento es consultar con un médico o un fisioterapeuta.

Prevención

Las medidas de prevención siempre son importantes y dependerán un poco de la situación de la persona, de su contexto labora o lúdico, etc.
Si lo que queremos es evitar las contracturas cuando hacemos actividad física, deberíamos:

  • Procurar calentar bien la musculatura antes de empezar
  • Los masajes bien realizados, siempre por manos expertas, ya que ayudan a mejorar el flujo sanguíneo en la zona, aportan calor y ayudan literalmente a deshacer los nudos ocasionados por las fibras musculares contraídas
  • Realizar unos buenos ejercicios de estiramientos al final.

Si lo que queremos es evitar las contracturas en nuestro puesto de trabajo debemos atender y seguir las recomendaciones que sean específicas para la tarea que realizamos, la postura que tenemos que adoptar para ello y las horas que debemos trabajar y descansar. En general, es necesario:

  • Una buena posición de nuestro cuerpo respecto a nuestras herramientas de trabajo
  • Unas pautas de descansos adecuadas con movimientos que permitan relajar los grupos musculares implicados
  • Aplicar pequeños masajes o calor en la zona potencialmente sensible

Y siempre, mantenerse bien hidratado.