Los dolores musculares, también denominados mialgias, pueden afectar a uno o varios músculos del cuerpo y, por lo general, no revisten gravedad y son limitados en el tiempo.
No obstante, hay determinadas mialgias que pueden cronificarse, es decir, mantenerse temporalmente, lo que se traduce en un importante impacto sanitario, económico y laboral.
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De hecho, se trata de la primera causa de dolor crónico en España, con una prevalencia estimada en la población general entre el 10 y el 15%.
Además de afectar a los músculos, este tipo de dolor también puede involucrar a ligamentos, tendones y fascias, que son los tejidos blandos que conectan los músculos, los órganos y los huesos.
Las causas de estos dolores son muy variadas, aunque lo más habitual es que se relacionen con un ejercicio concreto o un trabajo físico exigente. Por tanto, comúnmente son consecuencia de:
- Lesiones, destacando esguinces y distensiones musculares.
- Sobrecargas, que consisten en usar demasiado el músculo, muy rápido sin calentamiento o con excesiva frecuencia, tensión o estrés.
También se debe tener en cuenta que el dolor muscular puede ser un signo de otras enfermedades. Así ocurre, por ejemplo, en el caso de la fibromialgia, una afección crónica que se caracteriza por causar sensibilidad en los músculos, dificultad para dormir, fatiga y dolores de cabeza.
¿Cómo se producen este tipo de dolores?
Ante un proceso lesivo, el desarrollo de una respuesta inflamatoria es uno de los principales estímulos que desencadenan la aparición del dolor muscular.
- Esta respuesta provoca la liberación de sustancias y células inflamatorias que son las que estimulan los receptores del dolor (nociceptores), provocando una sensibilización periférica, causante del espasmo muscular.
- El estímulo continuado de los nociceptores termina provocando la sensibilización central que puede ser la responsable del dolor referido.
¿A quién suele afectar el dolor muscular?
Aunque pueden aparecer a cualquier edad, los dolores musculares se presentan generalmente en personas de menos de 50 años que realizan actividades laborales y/o deportivas repetitivas que originan contracturas y estas mialgias.
La forma más frecuente de clasificar los dolores musculares es atender a su relación con el ejercicio físico:
Dolor muscular durante o inmediatamente después del ejercicio
Suele comprometer a músculos específicos y comienza durante o justo después de la actividad física con que se relaciona.
Dolor muscular postejercicio
Aparece pasadas 24-48 horas desde la finalización del ejercicio.
Su origen son los pequeños traumatismos y la inflamación que ocasiona el ejercicio.
Lo normal es que no suelan ser un síntoma de enfermedad muscular y que afecten a personas con falta de entrenamiento.
Dolor muscular en reposo
Se trata del dolor que no relacionamos con una actividad física concreta. Si no existe debilidad asociada, no suele relacionarse con una enfermedad muscular.
¿Cómo se pueden prevenir?
Por lo general, las mialgias tienden a terminar por resolverse espontáneamente. No obstante, existen diversos tratamientos que nos ayudan en el alivio del dolor y la recuperación.
Además, se pueden seguir una serie de consejos sencillos que minimizan el riesgo de padecer este tipo de dolores musculares y evitan que persistan o se repitan en el tiempo.
- No sobrecargar el cuerpo con pesos excesivos cuando se hacen compras o en las labores domésticas.
- En el caso de los niños, que no lleven exceso de carga, o incluso facilitarlo con una mochila con sujeción para la cintura y que no sea más grande que su espalda, o bien, empleando una mochila con ruedas.
- Dormir bien y tratar de reducir el estrés.
- El ejercicio regular ayuda a conseguir un tono muscular apropiado. Empezar lentamente e ir incrementando las sesiones de ejercicios de manera gradual.
- Calentar y estirar antes y después de cada ejercicio.
- Beber mucho líquido antes, durante y después del ejercicio.
- Si se trabaja en la misma posición la mayor parte del día (como estar sentado frente a un ordenador), hacer estiramientos al menos cada hora.
- Adoptar una postura correcta, con la espalda recta, sin tensar el cuello.
Por último, debemos saber que hay algunos signos o síntomas que pueden alertarnos sobre la gravedad del dolor y la necesidad de acudir a un profesional sanitario:
- El dolor persiste en el tiempo o es intenso e inexplicable.
- Hay signos de infección, por ejemplo hinchazón o enrojecimiento alrededor del músculo afectado.
- La circulación sanguínea se ve afectada en el área del dolor.
- Se acompaña de debilidad muscular o de incapacidad para mover alguna parte del cuerpo.
- Se asocia a vómitos, cuello muy rígido o fiebre alta (en este caso se debe acudir inmediatamente a urgencias).